Hacía
tiempo no escribía en mi blog, y conste que no era por falta de ganas, aunque
es cierto que hay días en los que el “silencio de radio” es el mejor de los
textos que viene a mi cabeza. Me anima de nuevo a escribir, un regalo que ha
llegado a mi vida; es un precioso Carlino (Pug) que hemos adoptado, de seis
años, se llama Leo, y confieso que ha sido un gran maestro en los tres meses
que llevamos juntos.
Leo con su
silencio me ha enseñado a recuperar el valor de escuchar, la fuerza de expresar
el amor y la gratitud en silencio, sin utilizar las palabras, que por sí solas,
tergiversan la pureza de lo que sienten nuestros corazones.
Y ese
silencio, que gran maestro, no hacen falta discursos ni poesías para “explicar”
el amor, porque el amor no necesita explicaciones, solo hay que sentirlo, y se
contagia como la tos o la risa; incluso con mucha más fuerza…
Creo que Leo es el maestro antecesor a la venida de los hijos... y que gran maestro está siendo...
Por eso,
abro hoy este nuevo período de escrituras dedicándole este post a mi perro: A
Leo, el enano que con su amor, está transformando nuestra forma de vivir la
vida, con los pies sobre la tierra, y los sentimientos a flor de piel.
Nos vemos
en la luz ;-)
Jesús
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