Hace muy poco tiempo, relativamente hablando, mi abuelo materno, que para mi, fue mi padre,
Pedro Ezequiel Martínez Hernández emprendió su vuelo, era imposible ya para su
humanidad, seguir entre nosotros y en esas circunstancias.
El Maestro, en Gran Músico, el Gran Compositor, el Padre, el Amigo, el Orientador, incluso el
consentidor, había muerto para el limitado ojo humano.
Sus memorias, aferradas a mi propia existencia, su
Música, su Sacven y su puerto de La Guaira, los acordes de su guitarra, su
amor, sus palabras de apoyo en todo momento, su eterna disposición a ayudar
incluso cuando ya su cuerpo no le acompañaba, y no hablar de tantas y tantas
noches de infancia, en las que cualquier fiebre te hacía salir a ti corriendo a
la farmacia a buscar la medicina indicada, y ahí estabas con tu eterna
compañera mi querida abuela Juana, y qué decir de las difícilísimas épocas de
aquellos ingresos en la Marina que ya son historia, ahí estaban, tu hija (mi
madre) , tu esposa y compañera Juana, con quien compartiste tantos años de
matrimonio, creo que llegaron a celebrar juntos dos días antes de tu partida
justo los 60 años de casados... pues allí estaban siempre de pie, acompañándome,
pendientes de si había comido, de si había dormido bien, de por qué estaba tan
flaco, son tantos recuerdos abuelo, papá, que sin dudas, con mucho orgullo digo,
quien soy, es sin dudas un agradecimiento permanente a ese gran trabajo que
realizaron con tanto amor.
El día en que mi abuelo se jubiló del Puerto, mi abuela
lo lamentaba, pensaba que se acabarían los sueldos y la comida, y mi abuelo
estaba feliz, porque podría dedicarse a su casa, a sus nietos, y a mí en
particular que era el más pequeño: "Todo saldrá bien, ya verás" me
decía sonriendo... y ¿Cómo salió? Pues bien...
(Macuto- Venezuela)
Entre miles de anécdotas y no exagero, propias de un
nieto que vive con sus abuelos y su madre en la misma casa; recuerdo que cuando
pasé a la secundaria, estudié en el Liceo José María España, en Macuto; era sin
dudas lo más lejos que había ido solo con mis 11 años, ya que por precocidad me
adelantaron dos años en la escuela primaria. Como mi madre, profesora en dos
colegios, hacía horario también escolar, la primera vez que fui al liceo, mi
abuela preciosa, me acompañó hasta la calle anterior al colegio, no hasta la
puerta me dijo "para que no piensen que no puedes venir solo y se vengan a
reír de ti", teniendo en cuenta que era el segundo nieto que estudiaba en
ese Liceo, entendí que su consejo no era fortuito, sin embargo, confieso que no
me habría molestado que me acompañase hasta la puerta, pero seguí caminando
solo, ese respeto y esa independencia me han acompañado toda mi vida. Alguna
vez cuando por cualquier razón no asistía algún profesor, el colegio quedaba
justo frente a un paseo de playa, me iba a sentar a mirar el mar, y casi
siempre al voltear a mi derecha, al fondo, veía a mi abuelo sentado frente al
mar, con su fiel compañero: el Crucigrama, me acercaba corriendo y siempre
luego del beso y su bendición, conversábamos, hasta la hora de mi próxima
clase.
Hoy en día sé que esas conversaciones eran clases
magistrales particulares, cuanto daría por volver a tenerlas, en ellas conocí
la historia de la música, el poder que la inquisición impuso sobre las
creaciones artísticas, aprendí historia, matemáticas, refranes, sentido común,
y mucha mucha prudencia, siempre decía: "El Bruto grita.. el inteligente
habla, el sabio... calla y reflexiona, luego si lo amerita opina
seguro"...
De tantos aprendizajes, destaco y resalto el amor por la música,
pero la música y la armonía que se siente, recuerdo que me decía, "Algunas
cosas que suenan por ahí, no son música, son ruidos, porque la música ,
recuerda el concepto, es el arte de bien ordenar los sonidos de una manera
agradable al oído y al tiempo, y eso que suena no es ni agrada ni a un cosa ni a
la otra"...
Cada día, ante diversas circunstancias, me parece
escuchar tu consejo papá, tus palabras... Hoy estás más allá del tiempo, más
allá del bien y del mal y mi corazón se une al tuyo cada vez que revives en
mis recuerdos...; hasta el día de tu zarpe estuvmos conversando un poquito, no sabíamos
que nos despedíamos de momento, pero así lo era...
Cuantas cosas quisiera contarte..., compartir contigo... , lo seguiré haciendo
desde el mundo de los sueños, donde te veo siempre sonriendo y contento en
ese mundo de luz... donde hay tanta gente que queremos.
Tus legados: El Amor, el respeto, la sonrisa, la música, la alegría, la serenidad, la paciencia y el perdón.
Gracias Papá, siempre que te escribo probablemente digo
cosas parecidas, pero gracias por cada día... por que tu ejemplo me lleva a ser
quien soy cada día, aprendiendo e intentando evolucionar de cualquier
estancamiento en el que ose en posarme.
Nos vemos en la luz... siempre ;-)
Jesús
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